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Escrito por: 6:08 pm Artículos

¿La solución está en el alma?

Se solía considerar al cuerpo y sus sentidos como el lastre que socavaba la elevación espiritual. L…

Se solía considerar al cuerpo y sus sentidos como el lastre que socavaba la elevación espiritual. La vista, el oído, el gusto, el olfato y el tacto solían ser tratados como meras fuentes engañosas del conocimiento de la realidad.

 

Pero, ¿es así?

 

La información que nos transmiten nuestros sentidos siempre es cribada por nuestra vida interna de pensamientos, emociones y deseos, por lo que, en realidad, la voz en nuestra mente ya ha traducido lo que escuchamos de otros antes de que hayan terminado de hablar, y las imágenes que surgen en nuestro interior ya nos han brindado una imagen prefabricada de aquel o aquello que estamos viendo con nuestros ojos.

 

Y es que, si el rango perceptivo de nuestros sentidos es limitado, nuestra vida interior, nuestra vida anímica, añade una membrana que filtra y distorsiona todo lo que recibimos de ellos, viviendo aislados en nuestro íntimo mundo de recuerdos, prejuicios y miedos, en una paradójica experiencia de estar despiertos, con los ojos abiertos, pero soñando nuestra propia versión de la realidad, surgida del bullicioso mundo de nuestra alma.

 

Algo ocurre en el mundo interior del ser humano que pareciera ser lo verdaderamente determinante.

 

¿No son experimentadas por dos personas de formas tan distintas las mismas circunstancias?

 

¿No es este conjunto de elementos que viven en nuestro interior lo que condiciona la percepción que nos brindan nuestros cinco sentidos en vez de que sea realmente al contrario?

 

Krishnamurti indicó: La forma más elevada de inteligencia es la capacidad de observar sin juzgar.

 

Esa capacidad de percepción sin juicios requiere de un silencio interior, de un espacio que brinde una experiencia de objetividad, que haga muy distinta nuestra interacción con las cosas, personas y circunstancias. Ese silencio interior abre la puerta para una renovación de nuestra vida anímica, comenzando por conocer y luego por transformar esa multiplicidad de influencias que distorsionan nuestra comprensión de los hechos.

 

Quizá por ello han venido enseñanzas espirituales que han insistido una y otra vez en que centremos nuestros primeros esfuerzos en desintoxicar radicalmente nuestro mundo interior, lo cual implica una modificación en la forma en que usamos las herramientas del pensamiento y el sentimiento, que son el cincel y el martillo que dan forma a nuestra consciencia, a nuestra alma y, con ello, a nuestra percepción de la realidad.

 

Estas enseñanzas nos dicen también que, si avanzamos en la tarea de redescubrimiento y renovación de nuestras capacidades anímicas, el cincel y el martillo, el pensamiento y el sentimiento, recibirán su fuerza motriz de ese gran arquitecto interior, que es la propia dimensión espiritual.

 

Fuerza motriz espiritual que, al poder usar de una manera renovada las herramientas del alma, produce una mutación en la forma, empezando por la modificación de la propia percepción de la realidad.

 

Es esa vía de transformación de la que nos hablan hoy, con mucha actualidad, el cristianismo esotérico, la alquimia y los rosacruces modernos.

Para terminar y volviendo sobre la pregunta inicial: si en el problema está la solución y la solución está en el alma, ¿el problema está en el alma?

 

¿Usted qué cree? 

Nos encantaría recibir sus reflexiones, escríbanos a contacto@axiumsite.org 

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