Las circunstancias que la humanidad está afrontando hoy no pasan, para ningún ser humano consciente, sin más. Estamos ante un escenario desolador, guerras, violencia, juegos de poder en la política, en las finanzas, en las expresiones de la sociedad… Y la pregunta que surge es hasta cuando esto puede mantenerse, cuanto tiempo este planeta, esta humanidad, por no ir más lejos, puede sostener circunstancias tan dramáticas.
Por otro lado, viendo las estadísticas, los estudios, las investigaciones nos muestran resultados alentadores, nos indican que es justamente hoy cuando la humanidad vive mejores condiciones de vida.
Esta aparente contradicción, ¿qué nos dice?
Cuando estudiamos un poco la historia y vemos los indicadores históricos, nos damos cuenta de que evidentemente el mundo fue, y sigue siendo un mundo en llamas, solo que, actualmente, los excesos del pasado cobran su cuota, como es el caso de deterioro medioambiental, etc., y así nos enfrentamos, pues no tenemos otra opción, a volvernos sí o sí conscientes de nuestras acciones a nivel individual y social.
«Si el ser humano no es consciente de esta dualidad, entonces ve lo material como la única realidad y en ella coloca todo su objetivo.»
Existe una clara diferencia entre el dolor que lo experimenta quien tiene un cuerpo físico y el sufrimiento como expresión inherente al elemento inmaterial animador de ese cuerpo físico, que habitualmente denominados alma.
En este sentido, por tanto, el sufrimiento tiene su origen en la tensión generada entre el mundo visible propio de lo material, de la forma, y el mundo invisible, el mundo espiritual.
Si el ser humano no es consciente de esta dualidad, entonces ve lo material como la única realidad y en ella coloca todo su objetivo.
Esta visión lleva al ser humano a crear condiciones que le aseguren su “bienestar”, que delimiten su espacio de acción, espacio donde él se siente seguro y tenga control, y así se generan productos, proyectos, pensamientos, acciones, carentes de trascendencia, pues son el resultado del uso de energía, de vitalidad, de recursos que de alguna manera explotan la naturaleza y a los seres humanos.
Una vez se han creado esas condiciones de seguridad personal o grupal, todo lo que atente contra este supuesto equilibrio se convierte en amenaza y así estallan todo tipo de conflictos, siempre sobre el mismo principio.
La realidad actual nos muestra con mucha crudeza que la humanidad como conjunto va perdiendo el valor de lo sagrado, de lo sagrado, de la vida, de la naturaleza y de la relación que como seres humanos tenemos con todo lo que nos rodea.
«Según el Buda, el origen del sufrimiento es el apego, la ignorancia, y el deseo.»
Y si esto continua, me temo que veremos a los seres humanos, un día, desprovistos de toda conexión con lo trascendente, por ello mientras el ser humano se mantenga separado del mundo espiritual, es decir, mientras su alma se encuentre dividida entre dos campos de manifestación, mientras la separación sea la situación permanente, el sufrimiento es un indicador que le permite volverse consciente de las incoherencias de su comportamiento. El sufrimiento permite al ser humano descubrir que ese algo le falta, el sufrimiento confronta y nos despierta.
¿Qué hacer con el sufrimiento?
Según el Buda, el origen del sufrimiento es el apego, la ignorancia, y el deseo. Son las acciones generadas por la propia voluntad, la voluntad del ser humano, las que dan origen del sufrimiento.
El deseo es la fuerza detrás de la voluntad, y ese deseo nunca será saciado, porque es la expresión de “lo que nos falta”. Deseamos precisamente lo que nos falta, y cuando lo obtenemos —si lo obtenemos— el deseo nos señala la siguiente cosa que nos falta, y así hasta el infinito.
Pero en realidad lo que nos falta de verdad es la conexión real, auténtica y consciente con nosotros mismos, con nuestro verdadero Ser interior. Y cuando nos conectamos internamente con ese Ser, el deseo se extingue y llega la paz y la ausencia de sufrimiento.
Mientras esto no se comprenda, y una vez comprendido se emprenda el proceso de unificación interior, se seguirá buscando un ideal inalcanzable.
La única opción que tenemos en estos momentos frente al sufrimiento es aceptarlo como medio, como vector de consciencia, de tal manera que este nos avise, nos enseñe lo que no debe ser hecho y nos acerque cada vez más a conectar con los valores trascendentes.