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La Cuarta Dimensión no es el cielo

Las últimas décadas del siglo XIX y las de principios del XX fueron tiempos de cambios acelerados p…

Las últimas décadas del siglo XIX y las de principios del XX fueron tiempos de cambios acelerados para la humanidad. El mundo se transformaba a velocidades cada vez más vertiginosas. Viejos paradigmas asentados durante siglos se tambaleaban y los cimientos de la misma realidad estaban mutando. 

 

Hubo dos acontecimientos en el campo de la física y las matemáticas que terminaron por desmoronar la concepción del mundo en el que vivían sumidos las culturas occidentales: Uno fue el descubrimiento del átomo, el electromagnetismo y la radioactividad, y el otro, el descubrimiento de la Cuarta Dimensión. El descubrimiento del electromagnetismo vino a desbaratar la concepción materialista del mundo, revelando mediante instrumentos y procedimientos científicos y tecnológicos que hay un amplio espectro de ondas imperceptibles por el ojo humano más allá de la materia, que ocupan el espacio que habitamos. Por otro lado, el descubrimiento de la cuarta dimensión o 4D proclamaba que más allá de la dimensión espacial existía un lugar más allá del tiempo, del cual sólo podíamos percibir atisbos mediante ecuaciones matemáticas o nuestra imaginación

 

Ambos postulados no tardaron en convertirse en paradigmas mediante la comprobación experimental y empírica. El conocimiento de las ondas electromagnéticas sirvió para la fabricación de todo tipo de ingenios tecnológicos, como la radio, el telégrafo o las radiografías. La intuición de una cuarta dimensión no encontró por su parte una aplicación directa en la materia y la tecnología, pero sí que inspiró a ilustres personalidades del campo de las artes y las letras a finales del siglo XIX y principios del XX. El resultado fue la fecundación de este nuevo concepto de significado y, como veremos, la mutación tanto de la cultura como del mundo.

 

La consciencia de una cuarta dimensión permitió coger distancia con el mundo material. Con esta nueva dimensión, las cosas deben su ser a la acción del tiempo, ganando una nueva perspectiva: su devenir. La apariencia de un objeto en el instante presente pasa a ser solo una imagen inmóvil, un fotograma, un instante dentro de una imagen mucho más grande y compleja en desarrollo. El ser de las cosas ya no puede ser definido solo por como lo percibimos con los sentidos, sino que debemos usar la imaginación y el razonamiento para entender la naturaleza más intrínseca de las cosas: dónde surgieron y cómo vivieron. La noción distanciada del presente material permitió cuestionarse la realidad de una forma nunca antes experimentada en la historia de la humanidad.

 

El distanciamiento con la materia que permitía la contemplación de la 4D presentaba el mundo desde un nuevo prisma, del que se nutrieron numerosas disciplinas y corrientes de pensamiento. Una nueva posibilidad de discernimiento afinaba el análisis de los acontecimientos. El devenir de las cosas ya no estaba marcado por el determinismo esencialista, sino que a través de esta fractura en la concepción materialista de la realidad empezaron a filtrarse nuevas posibilidades de futuro.

 

 

« El descubrimiento del electromagnetismo vino a desbaratar la concepción materialista del mundo, revelando  mediante instrumentos y procedimientos científicos y tecnológicos que hay un amplio  espectro de ondas imperceptibles por el ojo humano más allá de la materia, que ocupan  el espacio que habitamos.»

Desde la psicología y el psicoanálisis el ser humano se empezaba a ver como un ser en desarrollo, condicionado por su contexto, los acontecimientos de su vida, sus decisiones conscientes y un aspecto muy importante para el tema que estamos tratando: las imágenes inconscientes.

 

El campo de estudio de la Historia también se nutrió de este nuevo paradigma, dando origen a la noción filosófica de la genealogía. Esta nueva nueva perspectiva se alejaba del paradigma de la Historia lineal y del mito del Progreso. El filósofo Friedrich Nietzsche, ante esta visión, recuperó la imagen del eterno retorno, donde los acontecimientos en este mundo deben seguir un circuito cerrado ceñido a unas lógicas inscritas en el código de su moral, en el que en cierto momento de su desarrollo volverían a su origen tras el agotamiento de sus energías. En el campo de la biología, la teoría de la evolución de Darwin también se ajustaría a la perfección al paradigma de la cuarta dimensión, donde las especies de seres vivos estaban sujetos a un devenir adaptativo con su entorno.

 

La cuarta dimensión fue ampliamente tratada e incorporada a los postulados del espiritismo y en los círculos de la Sociedad Teosófica. Ambos movimientos gozaban de una gran popularidad a finales del siglo XIX y comienzos del XX, ya que daban nuevas explicaciones sobre lo invisible que escapaban del materialismo científico de la Ilustración, que empezaba a decaer y a perder adeptos. En las tesis ocultistas, la cuarta dimensión venía a encajar con la concepción de un Más Allá, o de una esfera etérica o astral donde habitan los espíritus de los muertos, así como el espacio donde están ubicados el cielo y el infierno.

Mediante prácticas de canalización, dibujo automático, mediumnidad o tarot, los ocultistas de la época contactaban con el Más Allá y traían con ellos las imágenes que ahí habían encontrado.

 

La literatura no estaría exenta de sus aproximaciones a esta cuarta dimensión. Autores como Oscar Wilde en su obra “El Fantasma de Canterville” narra como el susodicho espectro se transportaba accediendo a una supuesta cuarta dimensión. H.G. Welles trató la temática de la cuarta dimensión en varias de sus obras desde un punto de vista más científico. En su libro “la máquina del tiempo”, tras una sucinta exposición sobre la naturaleza de esta cuarta dimensión, el protagonista contaba sus aventuras en un viaje al futuro en el que las criaturas humanas habían evolucionado o degenerado en base a los códigos sociales de la época victoriana. Marcel Proust, por otro lado, hizo un acercamiento a esta dimensión temporal en su “En busca del Tiempo perdido”, en el que la narración no lineal transcurre a través de los recuerdos del autor.

 

En el mundo de la pintura de vanguardia, en ese momento, también se desató la fiebre por la cuarta dimensión. Artistas como Picasso o Braque experimentaron con su pintura cubista maneras de representar espacios tetradimensionales pintando las figuras y espacios desde distintos puntos de vista simultáneos. Marcel Duchamp por su parte revolucionó el mundo del arte con su “Desnudo bajando la escalera”, donde presentaba una figura humana disgregándose por el espacio. Duchamp reconoció que se había inspirado en los estudios de cronofotografía del biólogo Étienne Jules Marey y Eadweard Muybridge para la realización de esa pintura. Y los mismos estudios de Marey y Muybridge fueron los que terminaron desembocando en la invención del cinematógrafo de los hermanos Lumiére en 1895. El cine, esta fábrica de sueños, se convertiría en una industria global de creación de relatos e imágenes, la culminación del impulso de representar el movimiento y la cuarta dimensión en un objeto de la 3D. El cine a su vez sirve como una metáfora estupenda para hablar de la cuarta dimensión.

«Nuevas imágenes, nuevos ideales podían realizarse en la materia si se movilizaban las energías suficientes.»

La capacidad de captar en imágenes y conceptos las fuerzas invisibles para los sentidos que mueven la materia fue una de las herramientas utilizadas por numerosas disciplinas como el psicoanálisis o el espiritismo. En el mundo del arte, los surrealistas fueron los que

 

sistematizaron de forma creativa este recurso. Los surrealistas, abordaron el tema de la cuarta dimensión cogiendo por bandera la libertad y la imaginación. El término surrealismo proviene del francés surréalisme (sur = ‘sobre o por encima’; réalisme = ‘realismo’), y propugnaba la necesidad de crear nuevo sentido a través de imágenes para transformar el mundo. Asombrados por la reciente revolución soviética y la devastación de la Gran Guerra, marcados por la profunda impresión del resquebrajamiento de la realidad en la que vivían, surgió el impulso activo de sustituirlo con nuevas imágenes de futuro, impulsados por un fuerte instinto creativo e idealismo. Las imágenes servían a los surrealistas como metas de futuros posibles a las que aspirar, movilizadoras de las energías conscientes y, también, reveladoras de las energías inconscientes que los habitaban y movían, capturadas a través de la representación de sueños o escritura y dibujo automáticos. El surrealismo sirvió como fuente de inspiración a todo tipo de movimientos transformadores durante el siglo XX, como la internacional situacionista, que desembocó en mayo del 68 en el movimiento hippie entre muchas otras modas juveniles.

 

La cuarta dimensión abrió nuevos horizontes de futuros sobre el destino sombrío de la humanidad. El encuentro con este nuevo espacio creó una ventana a la posibilidad de cambio, a una nueva luz de esperanza. Nuevas imágenes, nuevos ideales podían realizarse en la materia si se movilizaban las energías suficientes. Pero el pesimismo y la gravedad parece que volvió a sumir a la humanidad, y todas las ensoñaciones de mundos posibles de principios del siglo pasado se fueron desinflado, volviendo, como en un eterno retorno, al realismo crudo, oscuro, sangriento, materialista y sin salida.

 

Durante todo este tiempo hasta hoy, la cuarta dimensión se ha establecido como un concepto de la cultura de masas de lo más recurrente y aceptado. Todas las mitologías de superhéroes en el cine incluyen conceptos de multiversos, viajes en el tiempo, realidades alternativas, etc. Por otro lado, se ha banalizado el impulso idealista de regeneración del individuo y del mundo a través de la generación de imágenes de futuros posibles que la concepción de la cuarta dimensión brindó. Hoy proliferan programas de mindfulness ensimismado y proyecciones de “puedes ser lo que te propongas”. La consecuencia de todo esto es que actualmente la cuarta dimensión se encuentra superpoblada de imágenes de futuros posibles, agobiando a la humanidad con una carga insoportable.

 

¿Hacia dónde corréis, oh hombres, ofuscados por haberos embriagado con palabras  vacías de Gnosis, con palabras de total ignorancia, a las que ya no soportáis y vomitáis?? 

¡Deteneos, volveos sobrios: mirad de nuevo con los ojos del corazón! « (Corpus  Hermeticum) 

 

Paralelamente, un nuevo concepto matemático ha ido ganando fuerza: la Quinta Dimensión. Con un procedimiento semejante al ocurrido con la cuarta dimensión, este concepto de origen puramente teórico y matemático ha ido enriqueciéndose con las aportaciones de todos los campos de la cultura. Si las tres primeras dimensiones eran las dimensiones del espacio material y la cuarta dimensión era la dimensión del desarrollo de éstas en el tiempo, la quinta dimensión tenía que ser la de la fuente del tiempo desligado de la materia, el tiempo desligado de toda forma, una fuente de energía y movimiento incondicionada. La Quinta Dimensión aparecería al discernir dentro de la Vida los elementos que la conforman, al someterla al proceso alquímico de “separar llenos de amor y comprensión la tierra del fuego”, lo manifestado en la materia de su energía motriz, tal y como dice la Tabla Esmeralda. El resultado es el Fuego, la imagen sin imagen, una fuente de luz puramente abstracta, dinamizadora e inagotable para el ser humano.

 
«La contemplación del teseracto en desarrollo nos revela la imagen del florecer de una  flor, de un brotar sin fin de una fuente inagotable de movimiento en el mundo. Pero la  contemplación del movimiento, buscar la cuarta dimensión como un fin en sí mismo es un error, es caer en un embrujo hipnótico que separa de la vida

Con el descubrimiento de la cuarta dimensión imaginamos imágenes de futuros posibles, fotogramas más avanzados en la película del devenir que forzarían a la narración presente a irse adaptando y reconduciendo su caminar progresivamente hasta sincronizarse con el punto fijado en el horizonte. Este procedimiento de proyección plantea una serie de problemas que se retroalimentan.

1. El primero es la gran arbitrariedad que supone sustituir una imagen de futuro por otra, y todo el violento proceso y el dispendio de energías que comporta el proceso de adaptación de las energías existentes a un nuevo canon.

 

2. En segundo lugar, las imágenes, una vez realizadas (o supuestamente realizadas) pierden todo su poder dinamizador. En estos casos el narcisismo autosatisfecho, autoengaño, la ilusión o la obcecación frenan el proceso de renovación de la materia, terminando por cristalizar y causando la muerte del organismo.

 

3. Y en tercer lugar, la naturaleza de las imágenes es estática, tienden a la rigidez y su poder dinamizador depende de su posibilidad de realización. Una imagen idealizada de forma muy concreta, y demasiado alejada de la realidad material presente abruma al individuo, lo hace sentir culpable e incapaz de realizar el camino y lo condena al nihilismo. Esto termina por despertar el deseo de destruir esa imagen, como parece que ha ocurrido con la imagen de Dios en nuestra cultura judeocristiana.

 

La Quinta Dimensión viene a ocupar el espacio simbólico que ocupaba la imagen de Dios, pero no como una imagen concreta, sino como un concepto abstracto, que escapa de la formalización en imágenes. Puede recordar al Tao indefinible, a la Gnosis, a un vacío místico. La posibilidad de concebir dentro de nuestro lenguaje (de nuevo) este espacio simbólico nos permite acceder a éste e investigarlo. 

 

La principal diferencia de la 5D con respecto a la 4D es su falta de forma concreta. Esto impide su captación directa con la imaginación o el intelecto como ocurre de manera habitual con las imágenes de la dimensión temporal. Por otro lado, la 5D tiene otra vía de acceso. La quinta dimensión no depende del discurrir del tiempo “aquí abajo”, es una dimensión atemporal. Todo ocurre en el mismo instante, por así decirlo, y no hace falta esperar a un futuro para que su imagen se manifieste, ya que está siempre presente, pero velada por otras imágenes. Su vía de acceso no consiste en entrenar y practicar una manera de ser para devenir esa imagen en el futuro. Tampoco se trata de pensar muy fuerte en ello para que llegado un momento llegue el entendimiento por razonamiento lógico.

Consiste más bien en dejar de ser lo que se es activamente para pasar a percibir la eternidad en el presente. El no-hacer taoísta. Una apertura de los canales perceptivos más allá de los sentidos corrientes mediante la fe. Dicho de otra forma, se puede llegar a percibir atisbos de esta eternidad mediante la disipación de las tensiones causadas por los imperativos de futuro que producen las imágenes de la 4D en nuestra consciencia.

 

¿Y qué consecuencias puede traer la contemplación de la Quinta Dimensión? Desde luego, el tiempo lo dirá y dependerá de la situación particular de cada uno. Los primeros efectos que podríamos experimentar serían en el sistema nervioso y respiratorio, sosegados al poder vivir de pronto en espacios de vacío donde poder experimentar una paz profunda en

 

su cotidianidad. A continuación, si la presencia de lo eterno se mantiene vívida durante el  día a día, si se mantiene la “imagen sin imagen” en la psique humana, ésta irá consumando pacientemente o apaciguando progresivamente todas las imágenes todavía activas en el  presente material de ésta. Es decir, si en la película de nuestra vida se mantiene vivo el fotograma de pura luz, la 5D, que ya no es un momento futuro al que aspirar, sino que es una presencia que potencialmente se puede manifestar en todo momento, sucederá que la narración lineal y predecible de nuestras vidas cambiará de manera sustancial. La primera consecuencia de esto será el autoconocimiento de las imágenes o energías motrices que dinamizan la materia en el momento presente y conforman nuestro ego.

 

De esta forma, la consciencia, se embarca llena de confianza en el camino de liberación de las imágenes y películas que le han llevado desde siempre de un lado a otro. Y así el caminante puede seguir su camino en el tiempo, portando la “imagen sin imagen” en su corazón, necesitando cada vez menos la seguridad de las formas concretas de la tercera dimensión para su subsistencia; comprenderá su pasado y, cada vez se irá haciendo más consciente de lo que todavía alberga y alimenta. Este proceso le permitirá ir escapando progresivamente del eterno retorno y con ello permanecerá en la cuarta dimensión como un espíritu creador, y verá el tiempo como un lugar donde ser al fin un libre constructor.

 

La contemplación del teseracto en desarrollo nos revela la imagen del florecer de una  flor, de un brotar sin fin de una fuente inagotable de movimiento en el mundo. Pero la  contemplación del movimiento, buscar la cuarta dimensión como un fin en sí mismo es un error, es caer en un embrujo hipnótico que separa de la vida. La fuente debe brotar en el corazón de cada uno, y no vivir de las películas que nos cuentan o que nos contamos. En palabras de Vládimir Lenin “Las matemáticas pueden explorar la cuarta dimensión y el mundo de lo que es posible, y esto es bueno, ¡pero el Zar solo puede ser derrocado en la tercera dimensión!”.

 

Nietzsche, un intempestivo pionero en el camino de la liberación de las ataduras y costumbres de su tiempo definió la marcha sobre el abismo de la cuarta dimensión y sus ilusiones como “Un peligroso pasar al otro lado, un peligroso caminar, un peligroso mirar atrás, un peligroso estremecerse y pararse. La grandeza del hombre está en ser un puente  y no una meta: lo que en el hombre se puede amar es que es un tránsito y un ocaso”. No obstante, este “peligroso pasar al otro lado” será más sencillo en cuanto existan más y más espacios liberados del ruido y las influencias de las corrientes del río del tiempo que nos ayuden a discernir de forma más y más clara la Voz del Silencio de la Quinta Dimensión.

 

Que entre todos podamos preparar el suelo nutricio para que se puedan abrir las semillas de la eternidad en el tiempo.

 

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