La Ciencia Espiritual, o Enseñanza Universal, es el conocimiento acerca del Espíritu y los caminos que nos llevan a Él, el saber que se eleva por encima de los mundos para explicar el sentido del orden universal y la existencia humana: ¿quién soy yo, de dónde vengo, a dónde voy? ¿Por qué he aterrizado en este universo donde hay cuerpos celestes, día y noche, invierno y primavera…, pensamientos, emociones, palabras para explicar esto o aquello, música, poesía, danza, geometría…? En resumen, qué le ocurre a esto que soy yo y sus aditamentos y envolturas.
La Ciencia Arcana, –la que se ocupa del saber esotérico, oculto, en su sentido más literal–, ha existido siempre y se ha manifestado de diferentes formas a lo largo de los tiempos. Es la piedra filosofal, el camino del Tao, las Cuatro Nobles Verdades, la Tabla Esmeralda…
Hoy lo que se llama ciencia está muy ocupada en desentrañar y explotar con fines materialistas todo aquello que tiene color y forma según las leyes de la materia. La ciencia, que en su día liberó a la humanidad del dogma religioso, se ha convertido en el omnipresente dogma actual, que arrincona y desprecia todo saber que no salga de los algoritmos de un ordenador. Aunque ya otra ciencia se ha abierto paso y plantea y demuestra postulados similares a los que expresa la enseñanza arcana: léase física cuántica, teoría de cuerdas, campos mórficos, etc.
«Leyes amorales que funcionan objetiva e inexorablemente.»
Esta llave o misterio se llama Consciencia Superior, o Gnosis. La opera magna de todos los tiempos y lugares tiene y ha tenido que ver con el renacimiento de esta consciencia nueva que hace posible la comprensión de la vida en su totalidad y llegue a superar un destino que se muestra en principio inexorable.
La tarea de toda Gnosis es acceder al misterio de la tríada Dios-Universo-Hombre. O Logos– Ser– Forma. De un Hacedor de todo -llámese Dios, Tao, etc.– nada sabemos aparte de sus leyes, así que toda concepción creyente o atea resulte meramente especulativa. Solo de las leyes universales podemos deducir una “inteligencia” subyacente. Esta inteligencia suprema es el Logos, el Verbo o la Palabra, que se nos muestra en el prólogo del Evangelio de Juan. “En el principio fue la Palabra; y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.” De ese Logos emana el número –la aritmética del universo–, la forma –la geometría del universo– y la vibración –la música de las esferas.
Hemos dicho leyes: leyes amorales que funcionan objetiva e inexorablemente. Es la deidad femenina con ojos vendados que los griegos llamaron Némesis, que representa la ley principal que rige el universo y la vida toda, la ley de la Armonía. Un niño crece, por ejemplo, de forma más o menos armoniosa, en el ámbito familiar y, al llegar a la adolescencia, por la irrupción de nuevas fuerzas y entidades que se incorporan, se produce un desequilibrio que conlleva humores diversos, distanciamiento familiar y apertura a nuevas amistades, aparición de deseos nuevos, experiencias nuevas, etc. Si todo ello es llevado de forma armoniosa, comprensible, por la familia y todas las partes implicadas, el niño se habrá convertido en un joven de 18 a 25 años probablemente más equilibrado, consciente de sí y responsable con su entorno: retorno a una armonía nueva. Este proceso sigue sin tregua hasta el fin de nuestros días; es el solve et coagula de los alquimistas.
«El verdadero contenido se puede expresar de forma inagotable desde dentro del ser humano»
La ley del equilibrio y la armonía, a la que en otras tradiciones se le llama karma, es la ley suprema del universo. ¿Por qué? Porque el devenir universal y el movimiento que lo sostiene es imposible sin desequilibrio. Para movernos necesitamos desequilibrarnos. Y para ello, a cada paso debe intervenir la ley del equilibrio. El Fuego y el Agua estarán siempre en contradicción. Pero quienes han trascendido esta fase de desarrollo de la consciencia han aprendido a trabajar con esa respiración universal y a generar a cada momento una síntesis creativa de esa contradicción fundamental.
La Gnosis, la consciencia suprema, tiene sus tiempos y actúa siempre según un ritmo propio, similar a la respiración, donde inspiración y espiración son respectivamente el momento de la ideación y creación de imagen, de un lado; y la aparición de la forma o el acto, de otro. Hay un pasaje en el Evangelio de Juan (la piscina de los cinco pórticos, Juan, 2-9 y 14) que ilustra este ritmo de la consciencia presentado metafóricamente con la bajada del ángel del Señor para remover las aguas de curación.
Además de los niveles más abstractos de la Vida universal que se han tratado anteriormente, debemos tener en cuenta paralelamente los procesos biológicos y químicos del ser en sus diferentes periodos de evolución espiritual, desde el momento de la concepción, el acceso a la personalidad de los diferentes fluidos y la transformación que se produce en los centros esenciales a medida que se recorre un camino espiritual. La fuerza de luz accede a estos centros desde la Rosa del Corazón y va tomando cuerpo a través de la columna vertebral, los chacras y los centros del corazón, la cabeza y la pelvis. En este proceso, puede llegar a escucharse en algún momento la voz del silencio. Tal como la concebía H. P. Blavatsky:
“Antes que el alma sea capaz de comprender y recordar,
debe estar unida primero con el Hablante silencioso,
al igual que la forma en que es moldeada la arcilla
lo está al principio en la mente del alfarero.
Porque entonces el Alma oirá y recordará.
Y entonces el oído interno hablará la Voz del Silencio.”
Este hablante silencioso, que ha escuchado a la Rosa del Corazón, va despejando los caminos, que en las diferentes tradiciones se plantea en diversas etapas, cada una con una finalidad específica, hasta la liberación completa de Espíritu, Alma y Cuerpo.
En definitiva, se trata de un proceso no exento de peligro, –la travesía del Mar Rojo de la existencia, donde continuamente se ponen en duda nuestras concepciones y certezas- , pero también de plenitud y alegría. Este nos llevará desde la ignorancia pura al desvelamiento de las diferentes capas de todo lo que somos y, como decíamos al principio, a responder a la pregunta fundamental, tal como se formula en la Comedia de Dante: “¿Chi sono io?”.
Para terminar, un aspecto a mi parecer importante: la ciencia arcana ha utilizado y utiliza como herramienta de trabajo unos conceptos que llevan utilizándose durante miles de años y que corren el riesgo de perderse en abstracciones sin vida, incapaces ya de transmitir la Palabra.
Por tanto, es imprescindible –no puede ser de otra manera– comprender que cada época tendrá una lectura diferente de la Enseñanza Universal y, por tanto, la exposición de la misma ha de adaptarse a los diferentes contextos temporales y culturales. Es algo en lo que, por ejemplo, ponen mucho énfasis los maestros sufís y, en general, todas las Escuelas espirituales de buena fe, conscientes de que la letra ha de vivificarse con las energías del momento, el movimiento creativo de la Gnosis.
Puestos a revelar la influencia de la Enseñanza Universal en los tiempos modernos, basta echar una ojeada a elementos operativos, ideas motrices y puntos de vista presentes en ciencias actuales – psicología cognitiva, filosofía, física de última generación, sociología, etc.– que ya huyen del racionalismo y empirismo dogmáticos para construir otros paradigmas de comprensión de la existencia, considerada esta como un asunto global, holístico. En este cruce de caminos se encuentran fácilmente la Enseñanza Universal y las ciencias más atentas a la totalidad de la vida: una conjunción feliz como la armonía de cuerpo, cabeza y corazón. O también de Universo, Cosmos e Individuo.